jueves, 21 de enero de 2010

LOS QUE ENSUCIAN

Con relativa frecuencia aparecen en los medios de difusión denuncias -en televisión con imágenes, obviamente- del estado de suciedad y degradación de zonas urbanas y campestres de Gran Canaria, que presentan un deplorable y bochornoso aspecto. Generalmente se inculpa de esta lamentabilísima situación a las autoridades municipales y cabildicias por no atender debidamente a su limpieza. Honestamente considero que esta acusación es absolutamente injusta porque para mí es evidente que ni el presidente ni los consejeros del Cabildo de Gran Canaria, ni los alcaldes y concejales de sus municipios se dedican a arrojar las basuras por los campos, parques, plazas, avenidas, calles y paseos, sino que es obra de los incívicos habitantes de nuestra isla y de sus municipios. Esta es la amarga y triste realidad, sin excusas, pues hay que reconocer con sumo dolor la absoluta carencia de educación, de conciencia cívica de los grancanarios, que es el caso que me ocupa y me preocupa, aunque, desgraciadamente, esta ausencia es extensible a los españoles en general sin distinción de clases sociales, estudios, sexo y edad, porque habitualmente su comportamiento es censurable por su incivismo y su falta de solidaridad ciudadana. Cierto que las autoridades denotan una notoria debilidad y son absolutamente incapaces de imponer disciplina para el obligado cumplimiento de las más elementales normas de convivencia; pero es que tampoco para cada ciudadano ha de estar un policía, como si fuera su sombra o su conciencia, para indicarle las transgresión que ha cometido y para denunciarla a efectos de la correspondiente, merecida y necesaria sanción.

Al ciudadano hay que inculcarle desde la infancia, en los parvularios y en los colegios, el respeto por la cosa pública; esto es elemental. Creía yo, ingenuamente, que la controvertida asignatura "Educación para la ciudadanía" tiene como objetivo la enseñanza de las normas de convivencia ciudadana, pero parece, aunque no lo sé con exactitud, que se refiere a otros aspectos. Si es así, debería impartirse obligatoriamente en los centros de enseñanza la asignatura de Urbanidad, que es absolutamente necesaria, y no permitir que los niños, los adolescentes y los jóvenes actúen a su libre albedrío, sino formarlos adecuada y debidamente para que en la vida pública tengan un comportamiento civilizado y correcto. En modo alguno estoy propugnando el establecimiento de una dictadura social , ni política, por supuesto, por ser contrarias a mis convicciones democráticas, pero sí la implantación de una conveniente y saludable disciplina, porque, como escribiera el relevante filosofo germano Herbert Marcuse. "El pueblo que carece de disciplina -no dominación u opresión- está condenado al fracaso como comunidad". Y esto es palmario e indiscutible.

En todos los municipios, incluida la capital -ésta muchísimo más que todos-, de Gran Canaria es urgente la implantación de esa disciplina, que en modo alguno conculca los principios democráticos; si los lesiona gravemente el permitir que cada cual haga lo que le venga en gana, atropellando los derechos de los demás, hecho que cotidianamente sucede.

La acumulación de desperdicios y basuras en los campos -la zona aledaña al Parador de la Cruz de Tejeda, especialmente donde se instalan los puestos y el aparcamiento, presenta un asqueroso aspecto- y en las partes públicas de nuestros municipios es permanente, y constituyen motivo de sonrojo ante los miles de visitantes de naciones europeas civilizadas que aquí acuden, y son arrojadas sin escrúpulos por los incívicos ciudadanos. He tenido que hacer una llamada de atención a "damas" muy emperifolladas que han tirado a la vía pública cajetillas de cigarrillos vacías, con el agravante de la cercanía de una papelera, me han mirado con impertinencia y, por supuesto no la han recogido. Ensucian quienes arrojan las basuras y vierten las aguas sucias de la limpieza de escaleras y zaguanes a las aceras y a las calles, y sobre ellas sacuden las alfombras, con la "benevolencia" de los policías locales que lo ven y no intervienen para denunciar estos reprobables hechos. Ensucia la juventud actual, no toda, por supuesto, pero sí la mayoría, que parece no tener más inquietud que el "botellón", cuyos restos abandonan en los lugares de su concentración, dejando los pavimentos con las correspondientes manchas de bebidas y de orines, y también los cristales de las botellas rotas y las consecuentes vomitonas. Ensucian los fumadores que tiran las colillas al suelo, que creen que es su cenicero, y que no se molestan en depositar en los sitios adecuados. Ensucian los mascadores de chicles, que los escupen por doquier, y que al ser pisados se incrustan en el pavimento, adhiriéndose a él, manchándolo. Ensucian los limpiadores de los escaparates de los comercios, a los que habría que obligar a secar los restos jabonosos y acuíferos de la "limpieza" escaparatil, que dejan en el suelo, con evidente peligro para el peatón de resbalar y golpearse o sufrir alguna fractura, aparte de dejar el lugar sucio, porque no se puede limpiar una cosa para ensuciar otra. Los alrededores de los contenedores de desperdicios están colmados de basuras que depositan los ciudadanos, o se caen cuando el personal de recogida los vacía y que no se preocupa en recoger; he visto hasta compresas femeninas manchadas. Espectáculo totalmente tercermundista. Y tampoco el servicio municipal de limpieza destaca por su eficacia y profesionalidad.

Las zonas públicas: aceras, parques, plazas, plazuelas, paseos, avenidas, aceras, etc, NO PUEDEN NI DEBEN SER EN MODO ALGUNO servidumbres de servicio -retretes- de las necesidades fisiológicas de los perros. NO SE DEBE permitir de manera alguna su tránsito por ellas, aunque se lleven con correa y bozal. Su dueños TIENEN que asumir la responsabilidad que significa tenerlos y solucionar en sus domicilios las necesidades fisiológicas de sus canes, pero NUNCA en zonas públicas, aunque recojan con papel sus deposiciones, porque sus orinadas manchan los pavimentos, y no hay que soportar que orinen en los neumáticos de los automóviles. Y EN MODO ALGUNO se debe permitir su circulación por el Paseo de la playa de Las Canteras; me opongo radicalmente a ello. Con tanta permisión resultará que a los perros se les van a conceder iguales o más derechos que a los ciudadanos. En Rusia no vi canes llevados de paseo por sus dueños por las aceras y parques de las ciudades. Le pregunté a las guías por este hecho, y me respondieron que está ABSOLUTAMENTE PROHIBIDA su circulación por el casco urbano porque tienen unos espacios habilitados para llevarlos a pasear y realizar sus necesidades fisiológicas. Pero, claro, Rusia es un país con disciplina -y no por el erradicado comunismo-, civilizado y con conciencia cívica, por ello tampoco se ven basuras y colillas, y fuman bastante.
En España -que de poco le ha servido pertenecer a la Unión Europea porque no ha adoptado el civismo-, en Canarias, en Gran Canaria, y concretamente en Las Palmas de Gran Canaria, se precisa de una acción urgente y enérgica para implantar la disciplina que conduzca a la adquisición de esa necesaria conciencia cívica de la que tan necesitada está para su progreso social tan deteriorado históricamente.

Carmelo Dávila Nieto

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