jueves, 7 de enero de 2010

EL CASTELLANENGLISH


En varias ciudades importantes de diversas naciones se están inaugurando frecuentemente Institutos Cervantes, con la loable y noble iniciativa de difundir el idioma castellano por todo el planeta. Está de más exponer que la aplaudo entusiásticamente por razones obvias, y porque considero que el castellano, junto con el italiano, es fonéticamente la lengua más hermosa y sonora, en lo que coincido con Hegel. Pero siento una gran curiosidad por saber que "castellano" es el que se está difundiendo y enseñando a través de esos Institutos Cervantes, porque me temo que sea el degradado que actualmente se emplea para la comunicación cotidiana, especialmente en los medios de difusión - prensa, radio y televisión- que son sus máximos depredadores, totalmente plagado de anglicismos y galicismos con algunos que otros italianismos y germanismos.

El primerísimo lugar de esta nefastísima "influencia" lo ocupa -¡como no!- el idioma del "Imperio" por antonomasia: el inglés. No voy a relacionar en este artículo exhaustivamente la ingente cantidad de palabras inglesas que los papanatas de turno, considerándose "innovadores" de nuestro lenguaje, han ido introduciendo sistemáticamente en el castellano, presumiendo en su supina ignorancia que son más "cultos, progresistas y elegantes". Me molesta e indigna tremendamente cuando oigo o leo líder, liderar o liderazgo, que proviene de leader, que significa caudillo o jefe; testado, en referencia a un producto, que viene de test, que se traduce prueba, pero que en su absoluto desconocimiento creen que son dos cosas distintas; auditoría y audiencia de cuentas, craso disparate, porque estos términos en castellano de pura ley se refieren al oído, o sea a oír y escuchar, y la audiencia es el lugar donde se administra la justicia; estresado, que procede de stress, que es simplemente la tensión, por lo que sería más correcto decir tensionado; emergencia ha desplazado a urgencia, mala traducción de emergency -en castellano emerger es salir a la superficie, sobre todo de un líquido-; bar es igual a barra; poster no es otra cosa que cartel; club equivale a círculo. Otra perla, algunos majaderos están empleando asiduamente "la orquesta conducida -de conducted- por X", en vez de dirigida, que es lo correcto porque conducir se refiere a otro acto. Igualmente se dice que un equipo de baloncesto está realizando un clinic, que desconozco lo que se quiere expresar con esa palabra, cuya traducción es clínica, o sea que el equipo está realizando una clínica. ¿Qué sentido tiene esto? Que lo expliquen porque no se entiende. Y así podría seguir exponiendo numerosísimos ejemplos. Pero esta obsesión por el culto al "elegante y sonoro" idioma inglés -mezcla de alemán y francés- alcanza cotas de ridículo y grotesco cuando se "anglilizan" -valga el barbarismo- palabras castellanas añadiéndole la terminación ing, como por ejemplo vueling, ahorring, puenting, etc, lo que aparte de constituir un gravísimo atentado a nuestra lengua, que así es violentada, es una solemne memez. También se están "bautizando" en inglés los establecimientos comerciales; así he visto algunos titulados "The fruits shop" en lugar de La tienda de frutas, y "The body shop" en vez de La tienda del cuerpo, porque aquí, en España, todos sabemos y hablamos inglés. Ante esto, lo mejor sería adoptarlo como idioma oficial y hacer las exequias del castellano.

Y también, aunque en inferior medida, ocurre algo similar con el francés, pues se obstinan en usar garaje, chaufér, control, dossier, massacre, en lugar de cochera, conductor, dominio, expediente, matanza -ya se ha inventado en verbo masacrar-, y varias más absolutamente inútiles porque que tenemos las nuestras, que quedan desplazadas y devaluadas.

Con esto lo que se consigue es empobrecer al castellano no enriquecerlo en modo alguno ya que las palabras castellanas al caer en desuso desaparecen del uso cotidiano y se imponen las foráneas. Se alega que muchas palabras técnicas, precisamente inglesas -¡que casualidad!- no tienen equivalente en castellano, pero, si así fuera, ¿cómo se comprendería lo que se quiere indicar con ellas? Si me hablan de un blog, por ejemplo, y no aciertan a explicarme su significado en nuestra lengua, no me enteraré de lo que me quieren decir con ese término. Esto es elemental. Por lo tanto, para cada palabra de un idioma extranjero existe una equivalente castellana, y si no la hay se inventa -que es preferible el neologismo- a partir del uso que se le dé.

En esta degradación del castellano tiene la máxima culpa la Real Academia de la lengua española, porque en lugar de protegerla, sus inútiles académicos, que no deberían ser escritores -sobre todo novelistas y poetas- sino lingüistas -ya lo he expuesto en otras ocasiones-, aceptan y sancionan favorable e irresponsablemente no solamente los barbarismos sino todas la palabras de procedencia extranjera, devaluando ostensible y gravemente el castellano, pues ingentes voces genuinas son desplazadas, eliminadas y sustituidas por la foráneas, especialmente por las inglesas, creándose así un híbrido que denomino castellenglish.

Es cierto que en la lengua castellana existen numerosos vocablos de origen árabe, que en su mayoría no tienen equivalente en el castellano, por lo que su integración es razonablemente válida puesto que lo enriqueció. Además, casi todas provienen de la colonización arábiga en la península Ibérica, por lo que es comprensible y aceptable que estas palabras se introdujeran en él. Pero ahora el caso es radicalmente opuesto ya que la casi totalidad de las voces inglesas y francesas que se utilizan, con el beneplácito de la R.A.E., tienen su correspondencia en castellano. Me produce hilaridad cuando me dicen que fulano está haciendo un master, pues sencillamente está haciendo un maestro, que es lo que significa en nuestra lengua, todo un dislate, pero, claro, hay que usar las palabras de la lengua del "imperio", y no del británico, que hace tiempo que dejó de existir, sino del norteamericano, que es el que las impone a los mentecatos hispanos, encandilados estúpidamente por un idioma mestizo, que creen que es el summun de la comunicación oral. No sé si en Francia -país también importador de palabras al castellano-, Alemania, Austria, Italia, Holanda, Bélgica ,etc, se produce también esta lamentable y censurable invasión de vocablos ingleses; pero tendría mucha "gracia" que sucediera en los dos primeros que fueron los progenitores del inglés.

Por todo lo expuesto me preocupa grandemente el castellano que se enseña en los Institutos Cervantes, que con tanta pompa y ostentación se están estableciendo en importantes urbes de nuestro planeta, ya que me temo que los alumnos no aprenderán un castellano puro sino impuro, como he demostrado, plagado, no de neologismos -casi siempre necesarios por la vitalidad del idioma- o modismos, sino de barbarismos y de extranjerismos. Si cada nación hispanoparlante introduce sus particulares palabras foráneas, me temo que llegará un momento en el que no podremos entendernos entre nosotros. Y esto está sucediendo ya entre las generaciones de españoles, pues la juventud frecuentemente emplea un lenguaje incomprensible para sus predecesores, lo que es sumamente alarmante por su gravedad. Pero a los reales académicos -que no académicos reales- de la lengua española esta progresiva degradación del castellano no parece preocuparles en absoluto, y, lo que es pésimo, contribuyen decisivamente a su deterioro admitiendo en el diccionario palabras extrañas que lo violentan, y no apercibiendo a los medios de comunicación para que eviten su uso ya que sus consumidores -lectores y oyentes-tienen en su inmensa mayoría la fijación del loro y las repiten como si se las hubieran grabado.

Es muy triste y lamentable que el hermoso idioma castellano se devalúe y degrade de esta manera, por lo que con la máxima urgencia -no emergencia- que la gravedad del caso exige habría que iniciar una campaña -agresiva, como se dice ahora- de regeneración de nuestra lengua, tarea que compete, por su responsabilidad, a esos complacientes académicos que no están cumpliendo con la tarea para la que fueron designados: Limpiar, fijar y dar esplendor al castellano, que es su lema, y al que tienen la ineludible obligación de ser estricta y escrupulosamente fieles.

Carmelo Dávila Nieto

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