miércoles, 30 de diciembre de 2009

LOS 'RESTOS ARQUEÓLOGICOS' DEL ENTORNO DE LA CATEDRAL


Si en alguna ciudad foránea -nacional o extranjera- me mostraran, con grandes alardes de presunción, unos "restos arqueológicos" similares a los hallados en el callejón de san Marcial y en la calle Obispo Codina, en el entorno de la Catedral de Canarias, pensaría con toda la razón que se estaban burlando de mí. El "arqueólogo" don Julio Cuenca se aprovecha de la absoluta ignorancia de los políticos municipales, cabildicios y autonómicos para conseguir que a esos ridículos "restos" se les den categoría de representativos de significativas edificaciones pertenecientes a los primeros años de la existencia de nuestra ciudad, y de que tienen un considerable valor e interés histórico.

Este "arqueólogo afirma con la mayor osadía que la media docena de pedruscos encontrados en el callejón de san Marcial pertenecen a un canal que abastecía de agua procedente del cercano barranco Guiniguada a un fortín que por allí mandó edificar Juan Rejón en 1478, y que los cimientos descubiertos en la calle Obispo Codina son los del primitivo hospital de san Martín. El ilustre historiador Alfredo Herrera Piqué desmiente rotundamente tales aseveraciones argumentando que el supuesto canal -que por más que miro no distingo- no pasa de ser una simple fantasía sin rigor histórico alguno, y que los cimientos -que ni siquiera son una pared o un muro de cierta envergadura- hallados en al calle Obispo Codina pertenecen a edificaciones realizadas en el siglo XIX o principios del XX, porque esa calle (antes Calle Nueva) fue abierta en 1804 -y era más estrecha que la actual- para la finalización de la Catedral y la edificación de la iglesia matriz de El Sagrario, que permanece inconclusa hasta ahora.

Es, pues, elemental que si dicha calle no fue abierta hasta 1804 es totalmente imposible que allí hubieran edificios. Y, a mayor abundamiento, Herrera Piqué añade que el primigenio hospital de san Martín estaba situado en el solar que ocupa la inacabada iglesia de El Sagrario -hecho conocido-, donde si hay fragmentos que pertenecen a él: una parte de la pequeña planta de la antigua capilla, un segmento de la callejuela de san Martín y restos de antiguas inhumaciones realizadas bajo el pavimento de la capilla, que, en mi opinión carecen de importancia por su escasa entidad arqueológica.

Todo esto lo hace constar en su interesante y documentadísima obra "Las Palmas de Gran Canaria. Patrimonio Histórico y Cultural de una Ciudad Atlántica". Obviamente, las manifestaciones de este acreditadísimo investigador de la historia de la Ciudad Real de Las Palmas de Gran Canaria., y autor de varios libros sobre ella, tienen superior crédito -el máximo, mientras no se demuestre lo contrario- que las calenturientas teorías de un simple "arqueólogo", sin relieve alguno a nivel nacional, y ni siquiera regional, que ni siquiera ha realizado con esos hallazgos la elemental prueba del carbono 14 para datar con un mínimo de fidelidad su verdadera antigüedad, cuya técnica, para establecer la cronología de cualquier hallazgo arqueológico, consiste en escoger una muestra no contaminada, determinar por medio de un método común de análisis químico la cantidad total de carbono y medir con un contador Geiger el contenido de carbono 14; la relación entre estas dos cantidades permitiría conocer la edad de la muestra.
Sin embargo, nuestras "inquietas y preocupadas por lo antiguo" autoridades municipales, sin consultar a personalidades más solventes que el mencionado "arqueólogo", parece que han decidido dejar al descubierto esos "restos arqueológicos" para su contemplación por propios y foráneos, como si se tratara del acueducto de Segovia -el pretendido canal- y del Partenón -los cimientos-. Si no fuera porque esta absurda decisión es lamentable y hasta patética, sería totalmente risible por ridícula.

Y tengo la plena convicción de que los foráneos -nacionales y extranjeros- a los que se les muestren esos "vestigios históricos de nuestro pasado ciudadano" tendrán que hacer grandes esfuerzos por contener su hilaridad ante tales "maravillas".

Contrasta grande y sorprendentemente este súbito "interés" de nuestros políticos -del partido que sean, que da igual- por tales "ruinas" con la absoluta insensibilidad que han tenido y tienen con el centro histórico -Vegueta y Triana- de la Ciudad Real de Las Palmas de Gran Canaria, que no sólo no se cuida adecuadamente sino que se destroza sistemáticamente con la demolición y vaciado de edificios históricos y representativos de diversos estilos arquitectónicos del pasado, como el del colegio Viera y Clavijo; se pintan con antiestéticos colorines; se le colocan letras luminosas en sus fachadas, como en la casa Móxica; se erigen horrendos mamotretos como el de la cristalera amarilla en la calle Juan de Quesada, que excede en volumen y altura a las edificaciones de la zona, saltándose descaradamente las ordenanzas municipales; se arrasan todos los conventos del pasado; se demuele el anterior colegio de los jesuitas y se edifica en su solar un antiestético inmueble con reminiscencias de fortín; se destruye el teatro Pérez Galdós con una monstruosa "reforma", tanto exterior como interior, realizada bajo la alcaldía de la nefastísima Josefa Luzardo Romano, que se enorgullece del "teatricidio", dejando constancia para la posteridad de su inepcia e ignorancia en una placa colocada en el vestíbulo del recinto teatral; y se cubre con placas blancas el edificio del Cabildo, máximo símbolo en Canarias, y quizá en España, de la arquitectura racionalista, dándole aspecto de nevera. Pero esto no le preocupa ni lo denuncia el "arqueólogo" don Julio Cuenca, demostrando con su silencio culpable que acepta esta situación, entre otras cosas porque es el responsable -en su literal acepción- de la "restauración" del castillo de Mata, que ha quedado convertido en una pared para jugar al frontón, y lo ha "adornado" con una barandilla de balcón y unas columnas metálicas.

Mejor estaba con las almenas, que, aunque fueran un añadido muy posterior, le daban al menos aspecto de castillo. De. pena En ninguna de las muchas ciudades europeas que he visitado, he visto atentados arquitectónicos en sus centros históricos como los que se han cometido en las españolas, y concretamente en Las Palmas de Gran Canaria con la aquiescencia de sus alcaldes, entre ellos algunos tan "cultos y sensibles" como don Juan Rodríguez Doreste y don Jerónimo Saavedra Acevedo.

Los arquitectos actuales mantienen la disparatada, absurda y errónea tesis de que hay que "modernizar" nuestro núcleo histórico con edificios contemporáneos. No afirmo que todos los inmuebles contemporáneos son horrendos, pero si que destruyen en altura, volumen y estilo la armonía de las edificaciones tradicionales y destrozan su estética. Sé que hay arquitectos y constructores que se lamentan porque en la bella ciudad de san Petersburgo no se han construido en su centro histórico, que es toda ella, edificios mamotréticos contemporáneos, que si los hay en las zonas periféricas.

¡Que carencia absoluta de sensibilidad artística! En nombre de lo que ellos consideran el "progreso" hay que destruir lo bello antiguo. ¡Que insensatez en grado máximo!
Así que si el señor alcalde, don Jerónimo Saavedra, y los concejales de su corporación no recobran la sensatez, los ciudadanos tendremos que soportar la visión de esas "ruinas arqueológicas" en uno de los enclaves más históricos y representativos de la Ciudad Real de Las Palmas de Gran Canaria, en las inmediaciones de su Plaza Mayor de Santa Ana, precedente de las de Hispanoamérica y primera planificada de España. Lamentable y vergonzoso.

Carmelo Dávila Nieto

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