Estoy bastante de acuerdo con el diagnóstico-propuesta de Leonardo Boff, salvo que haría algunas matizaciones -que no voy a hacer- que no afectarían, empero, al núcleo esencial.
Pero ya digo que estoy de acuerdo con lo nuclear de su artículo “Otro modo de ser Iglesia”, que parece continuación del también suyo anterior titulado “Dónde está la verdadera crisis de la Iglesia” (ambos publicados en el portal digital Atrio). Es decir, que yo también creo darme cuenta de los perjuicios causados por esa estructura de poder eclesial centralizado, jerárquico, piramidal, sacralizado, monárquico. Y de que a menudo esa estructura de poder no favorece el ideal evangélico de comunidades fraternas de iguales, que no otro fue el sueño de Jesús de Nazaret.
Con todo, los llamados grupos neoconservadores y la inmensa mayoría de la jerarquía católica, Leonardo Boff, señalan justo lo contrario a lo que afirmas tú en tu artículo, a saber, que precisamente son los grupos católicos progresistas en gran medida los responsables, junto a los modernos procesos sociales de secularización, de haber ido vaciando las iglesias, por causa de haber secularizado, marxistizado, politizado la fe (es la cantinela permanente de un portal digital como InfoCatólica; y si te opones a tal diagnóstico, insulto al canto: se te califica de progre enemigo de la Iglesia, filomasón, comunista o amigo de Juan Masiá, que es casi peor, luego de haber satanizado al ilustre jesuita murciano-japonés). De modo que ¿qué hay de verdad en esa acusación lanzada contra el progresismo eclesial?
Me parece que la nueva evangelización, tan pregonada por los dos últimos papas, pone el acento en el renacer litúrgico (de ahí las “facilidades” o concesiones actuales con Benedicto XVI a la misa tridentina, que es muy emotiva y bella, ciertamente, pero que responde casi siempre a un ideario religioso católico de corte conservador, reaccionario, clerical, de derechas, integrista, pese a que el beato Juan XXIII siempre celebró, como es bien sabido, en latín según el misal preconciliar), en que los curas que van saliendo usen traje talar, en que no se politicen -lo cual puede que esté bien, en principio, salvo que, en efecto no politizados, lo que suele suceder es que acaban, por activa y sobre todo por pasiva, siendo ideológica y políticamente conservadores-, etcétera.
Lo que sí parece una evidencia es que los grupos católicos que más crecen, en número de adeptos y simpatizantes -la calidad de la fe es cosa que dejo al ojo de Dios- y últimamente tampoco mucho, son los pertenecientes al “ala de la derecha” de la Iglesia (Opus Dei, Camino Neocatecumenal…). En los grupos progresistas la presencia de lo católico es más confusa, equívoca, ambigua, pues por lo común los católicos de izquierda apuestan mucho menos por lo confesional y sí más por ser levadura en medio de la masa, por ser presencia testimoniante en medio de grupos solidarios formados por ateos, agnósticos, feministas, marxistas, anarquistas, librepensadores… De ahí que parezcan menos visibles, conformando en todo caso un bloque menos compacto. Y que claro, por vivir su fe en la frontera, es mucho más fácil y probable que puedan acabar por perder la fe católica profesada.
Con todo, con grupos católicos más tradicionalistas o sin ellos, lo cierto, me parece, es que España en efecto ha dejado hace lustros de ser católica. Las encuestas aún sitúan que en torno al 72% de los españoles se confiesa católico, pero de ese tanto por un cierto solo una parte cada día que pasa más adelgazada, asiste regularmente a misa. Vamos, que no es exagerado afirmar que en España es muy probable que ni 5 millones de españoles asistan a misa todos los domingos y fiestas de guardar, de los 46. 000.000 de ciudadanos españoles que somos. Una cifra escalofriante: la cultura católica sigue presente en la vida de los españoles, cierto, pero la práctica de la fe católica es cada vez más parecida a la propia de una secta.
L.A.H.L
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