Desde hace años, como si fuera un Ave Fénix, renace de nuevo la polémica sobre la necesidad o no de construir otra pista de vuelo, con posibilidad de operar indistintamente a las otras dos ya existentes, en el complejo aeroportuario de Gran Canaria. Y como cada vez, las posturas de unos y otros parecen ser numantinas, sin aportar nuevos argumentos. Aunque tal vez sea porque realmente sigue sin haber nada nuevo bajo el Sol, al menos sobre el que en Canarias "se derrama como un torrente", según cantaba Sindo Saavedra. Por supuesto que hablando estrictamente de la cuestión aeroportuaria, sin entrar ahora en el inmenso problema del desempleo y del estrepitoso derrumbe del anterior modelo turístico que se había instalado por estas tierras y que, sin la menor duda, posibilitó que en las décadas pasadas los canarios no se vieran obligados a emigrar en masa a otras tierras de esperanza. Esos son otros asuntos.
La afirmación de que sin la existencia de infraestructuras es muy improbable el desarrollo económico de una zona, es una cuestión muy poco discutida, incluso por los más recalcitrantes indigenistas y partidarios del conservadurismo en la pobreza y el subdesarrollo casi esclavista de la población siguiendo el mito del buen salvaje que iluminó la creación de algunas de las reservas indígenas. En Norteamérica ayer y en Canarias hoy. Se quiera o no, dos de las infraestructuras imprescindibles para un archipiélago en medio del océano son las portuarias y las aeroportuarias, sin las cuales sólo cabe esperar el aislamiento.
No obstante, centrándonos en las infraestructuras aeronáuticas, tal vez se esté suscitando de nuevo la cuestión de saber qué es antes, si el huevo o la gallina. En el caso del muelle de La Luz y Las Palmas se construyó una infraestructura para el trasiego de contenedores cuando el incremento de la demanda así lo aconsejó, o lo obligó, para no perder ese segmento de actividad y riqueza. Por una vez se fue consciente que el mundo no se detiene si un grupúsculo antisistema canario así lo desea y que, de no haberlo implementado aquí, no hubieran faltado otros puertos cercanos que sí lo hubieran ofertado al mundo mundial. Canarias, aunque así lo quisiéramos, no es el ombligo del mundo, no es Rapa Nui.
Pero en lo referente al complejo aeroportuario de Gran Canaria las cosas parecen querer hacerse justo al revés: construir primero una segunda pista esperando que eso genere actividad industrial y comercial, justificándolo en un esperado incremento de viajeros. Parece bastante razonable el elaborar concienzudamente un plan integral de futuro y de viabilidad para el aeropuerto de Gando, que prevea las necesidades de territorio y las necesidades financieras, revisable si las circunstancias cambian, en base a las cuales diseñar un cronograma para el inicio y el ritmo de las obras necesarias y para el orden de desarrollo de las distintas fases.
Y es precisamente en el orden de ejecución de las distintas infraestructuras que integran el plan global donde puede haber discrepancias salvables. Una cosa que, hoy por hoy, casi nadie informado parece discutir es la falta de terrenos en el actual aeropuerto para desarrollar o instalar convenientemente nuevas actividades de logística, catering, tráfico de mercancías, mantenimiento de aeronaves, etc. Solucionar ese problema generaría las condiciones necesarias, aunque no suficientes, para que alguien se decida a instalarlas aquí y no en otro lugar, perdiéndose de nuevo una posibilidad de trabajo y una fuente de riqueza. De tanto en cuanto puede leerse en la prensa y oír en los círculos empresariales que operan en este sector, que tal o cual empresa no ha podido desarrollar sus planes de expansión o de nueva instalación por la falta de espacio, autorización administrativa o por la inseguridad jurídica que flota en el ambiente de Gando. Mientras Tirios y Troyanos discuten, las oportunidades vuelan a otros lugares, nunca mejor dicho tratándose de lo que se trata.
Parece también evidente que no es el aumento en el tráfico de viajeros lo que justifica mayormente la necesidad de la ampliación del complejo aeroportuario y la nueva pista, sino todo ese otro cúmulo de actividades que suelen pasar inadvertidas para el grueso de la población, aunque después se beneficien indirectamente de su existencia, por los servicios que prestan a la sociedad y por los impuestos que pagan a las administraciones públicas.
El presidente del Cabildo, José Miguel Pérez, apuesta sensatamente por crear cuanto antes una mesa de trabajo entre el Ministerio de Fomento y las administraciones afectadas (supongo que las que lo sean directamente, porque al fin y a la postre Gando nos afecta a todos indirectamente). Aunque parece extraño que tal mesa no existiera ya desde hace muchos años, bienvenida sea ahora si es para solucionar el problema y lograr una postura común. Lo peor de estas mesas o comisiones es que con frecuencia miran más el interés cortoplacista de los grupos políticos, olvidando que son, o dicen ser, representantes del bien común y de todos los ciudadanos, no sólo de sus votantes. Pero visto lo visto en España y en Canarias, ¿cabe aún esperar altruismo y altura de miras por parte de los profesionales de la política?
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