Por tanto podríamos suponer, sin temor a equivocarnos, que el actual alcalde no sólo está en el derecho sino en el deber, de velar por aquellos que no tienen nada, o que llegan con lo justito a final de mes, ¿que pasaría si los ciudadanos no tendremos para pagar dicha subida?. Por que es mi obligación recordarle que los impuestos subirán y que quizás seamos la comunidad que menos impuestos pagamos, pero también somos en comparación la comunidad con un salario también, muy inferior a lo que se gana en la Península.
Antes dicha subida me gustaría preguntarle al Sr. Saavedra; ¿dónde se encuentra el árbol navideño que nos costó trescientos mil euros, ya que era muy ecológico, y sólo nos duró un día, ya que al día siguiente hubo de enchufarse a la red eléctrica? ¿dónde se encuentra los dineros del patronato Francisco Franco? ¿dónde se encuentran los dineros de la venta (perdón, ustedes lo denominan ampliación de capital) del 49% de Guaguas Municipales?¿dónde se encuentran las responsabilidades de los políticos de esta y la anterior corporación ante su mala gestión?, ¿dónde están los millones de euros gastados año tras año en la Sociedad de Promoción? Es por ello, Sr. Saavedra que en mi cabeza sólo cabe ¿dónde...?¿dónde....?, como ¿ a dónde se ha ido tanto dinero que tenía ésta ciudad?.
Es por ello, Saavedra, que antes de realizar cualquier subida de impuestos, como ciudadano y representante a nivel local quiero exigirle varias cosas:
Primeramente sería de interés la realización de una auditoria contable, pero no con una empresa a fin a sus siglas, sino por el contrario totalmente independiente, y que realice un estudio de aquellos servicios, que no están funcionando en este Ayuntamiento. Y que luego informe dicha empresa con total libertad, donde - otro donde - y como se ha invertido nuestros dinero, por que no olvide señor alcalde que usted maneja nuestros dineros y no los suyos. Si los carnavales no pueden ser tan fastuosos, por ejemplo, no pasa absolutamente nada, seguro que en Las Palmas de Gran Canaria existen empresas, muy capaces de realizar también un escenario, y a lo mejor nos costaría mucho menos. O, no invertir un millón de euros en cada representación de una ópera en el teatro Pérez Galdós, igual si ese millón lo invirtiera no en realizar el propio evento pero sí, en educar a los niños a entenderla, podría ser un dinero mejor gastado.
En segundo lugar, no sólo me refiero a nivel local sino autonómico, y que voy a resumir muy brevemente: estamos hartos de ver como determinados poderes públicos son condenados por una serie de delitos contra la Hacienda Pública, ya que hacen miles de estrategias para llevarse el dinero público, creando fundaciones o empresas para al margen del control de las leyes hacer lo quieran.
Como ciudadano no me vale de nada el que los representantes parlamentarios realicen una declaración anual a principio de cada año y veinte días antes de finalizar el curso político, para ver si su enriquecimiento es lícito. Lo que vale es promulgar una ley en la que se establezcan las correspondientes responsabilidades políticas, administrativas y judiciales ante la mala gestión, ante el detrimento de la defensa de lo público - que es para lo que se les elige- a favor de lo privado, recogiendo en su articulado que se castigará con arreglo a su patrimonio - ya esté el mismo a su nombre o a nombre de testaferros o familiares para eludir la acción de la justicia- , a todo aquel aforado que bajo este paraguas se ocultase para delinquir, más la pena de cárcel correspondiente que variará según si devolviera lo sustraído o no.
Y en tercer y último lugar, debe existir un límite de edad para que los políticos ostenten un cargo público. Lo que argumento no está reñido con que se les pueda atribuir en momentos puntuales, características de carácter consultivo, que puedan asesorar en coyunturas concretas, pero sin retribución económica alguna. La jubilación nos llega a todos, y a mí personalmente me gustaría que nuestros representantes públicos dejasen sus cargos a los 65 años, como el resto de mortales. Un político no es más ni menos que otro ciudadano que tiene su empleo, y quizás de ésta forma nos evitaríamos espectáculos que rozan lo esperpéntico, como la de Saavedra dándose sus cabezaditas en los plenos o cuando va algún lugar, haya que tenerle una silla preparada, porque no puede mantenerse en pie, por su edad.
Y con esto termino. Si la actual corporación capitalina no quiere ver al pueblo en la calle protestando, espero que haga caso a por lo menos mi primer planteamiento, ya que no siendo así va a tener de frente al pueblo y es éste le recuerdo, quien quita y pone rey, o en este caso, alcalde.
Domingo Guerra Hernández