Tanto el PP como los restantes partidos, en las actuales circunstancias, tendrán que asumir la cultura de los pactos con la más que posible desaparición de las mayorías absolutas en las próximas elecciones municipales, autonómicas y generales, única forma eficaz para intentar erradicar, o al menos controlar el cáncer de la corrupción en su múltiples facetas, siendo los ciudadanos los primeros beneficiados, siempre y cuando los nuevos grupos políticas que se incorporen para la formación de gobierno mantengan limpia su trayectoria y no se presten a los clásicos enjuagues con posterioridad al pacto.
Concretamente en el Partido Popular, muy al contrario de lo que piensan algunos de sus dirigentes, La pérdida de votos tal como ocurrió en las pasadas elecciones andaluzas y vaticinan todos los sondeos de cara a las restantes, no obedece ni se les castiga exclusivamente por los recortes, sino por la insufrible ausencia de decisiones eficaces respecto a los casos de manifiesta deshonestidad, tapando, mintiendo y negando todo lo que han podido y que oliese a corrupción. Nada más repudiable por ejemplo que mantener en el Gobierno a personajes como Ana Mato o la reciente aparición del caso “Púnica” organizado y controlado por el indeseable Francisco Granados, en presidio desde hace meses y con el descaro de que nadie supiese y menos denunciase lo que estaba sucediendo. Todo ello sin tener en cuenta la tenebrosa trama Gurtel, retribuciones paralelas (sobres), dobles contabilidades y un largo etcétera, delitos sobre los que los españoles no perdemos la esperanza de que algún día sean juzgados y encarcelados todos los responsables de semejantes latrocinios y devuelvan lo robado.
A ministros y altos cargos del partido, como es lógico, ante tan oscuro panorama comienza a preocuparles no solo los nefastos resultados cosechados en los comicios andaluces sino lo que acaecerá con las restantes confrontaciones electorales, lo que les obliga a estar más pendientes de las encuestas que de sus respectivos cometidos. Son miles de puestos los que están en juego y la sola idea de tener que abandonar sus poltronas y pasar a la oposición les resulta crispante, familias incluidas, comenzando por el propio Mariano Rajoy que sigue empecinado y convencido de que la mejor política pasa por “no hacer nada”, insistiendo en que con la consolidación de la recuperación económica será suficiente para triunfar nuevamente en las generales, negándose a que sus subordinados se planteen la profunda casuística del porque no reciben el apoyo de los votantes. Ahora resulta, burda justificación, que ello es debido a un problema de comunicación, mantra que repiten todos cuan loros amaestrados en sus apariciones públicas, tal como se les tiene ordenado pero matizando que tal defecto ya está en vías de subsanarse…
En la última reunión de la Junta Directiva del PP, convención de figurantes sometidos al aplausómetro (aparato que mide con total exactitud la intensidad y duración del aplauso por zonas), acudieron los 600 notables de la formación conservadora para ovacionar a un líder en el que ya no creen pero temen. La frase de que “hay que distinguir entre lo importante de lo que no lo es” en boca de un aspirante a otros cuatros años en La Moncloa, produjo sonrojo y perfectamente asimilable a aquella otra que reza “detrás del último no va nadie”. Tales imbecilidades solo sirven para pronosticar un posible desastre. Para los barones, miembros del Gobierno y cargos del partido, con Dolores Cospedal García a la cabeza, el escuchar otra vez más lo que ha supuesto el milagro económico y la creación de puestos de trabajo, algo en lo que por lo visto no han intervenido nuestros sufridos empresarios, verdaderos aretífices de la recuperación que pretenden apropiarse los políticos, lo escuchan con fruición y poniendo cara de haber sido sorprendidos con tal noticia se miran unos a otros en señal de reconocimiento y aquiescencia, encantados de haberse conocido, pero sin que a nadie se le ocurriera pedir la palabra para citar a nuestros cuatro millones y medio de parados más la legión de jóvenes magníficamente preparados que no encuentran trabajo en su país y están emigrando por miles. Los cónclaves de mudos, entre otros, sufren este tipo de inconvenientes.
El déficit del presidente y su Gobierno, donde nadie se atreve a manifestarse salvo raras excepciones, consiste en carecer de una política adecuada, ambiciosa y de calidad para afrontar la próxima legislatura y los desafíos que ello conlleva. Atacar Ciudadanos cuando es un secreto a voces que los propios barones: Aguirre, Bouzá, Monago, Fabra, etc. Están preparando sus planes para alcanzar acuerdos postelectorales, constituye una solemne idiotez, cuando se trata de una formación que comparte valores democráticos y objetivos muy similares, con los que habrá que contar para poder gobernar muy posiblemente a partir del 2016. ¡¡Tiempo al tiempo!!
Atentamente.
José-Tomás Cruz Varela
DNI 02470916A
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