Si su
majestad, a punto de cumplir los 75 años, se tomase la molestia de leer las
encuestas, y más concretamente la de Sigma Dos publicada en el Diario El Mundo
del jueves día 3, posiblemente llegase a la conclusión que lo apropiado sería
abdicar cuanto antes en su hijo el príncipe Felipe, para garantizar, entre
otras razones, la continuidad de la Monarquía. Quizá sus asesores le oculten
esta información para no originarle más disgustos, pero en el fondo y entre
ellos, habrán abordado el tema para comentar que el reinado de Don Juan Carlos
está tocando a su fin.
Tal opinión, a la
vista de los resultados del citado
del sondeo, podría afirmarse que
coincide mayoritariamente con la de la sociedad española, que normalmente no
juzga arbitrariamente, sino en base a sólidos razonamientos, a tenor de los
últimos sucesos acaecidos en la institución monárquica, comenzando por los
protagonizados por el propio Jefe de la Casa Real. Según Sigma Dos, la
valoración del Rey ha caído 26 puntos
con respecto al año anterior. Que cada ciudadano lo interprete como mejor
entienda pero los números cantan. Este mismo descenso en el Príncipe solo ha
sido de 6 puntos. Es un error considerar el descrédito real por efecto de la
crisis, que recae directamente sobre el presidente del Gobierno y sus
ministros.
Que el Rey
pidiese perdón públicamente por su aventura cinegética en Botsuana, en el fondo
a sus súbditos no les pareció ni bien ni mal, de no ser por la gran publicidad
que se le dio a la cacería y sus “circunstancias” incluso en las llamadas
revistas del corazón; simplemente se limitaron a aceptarlo y punto. Mención
aparte merece la desafortunada historia del caso Urdangarin , jocosamente
bautizado con el apelativo de “Hurtangarin”,
con repercusión directa en su esposa, la Infanta Doña Cristina, presuntamente
implicada en las aventuras financieras de su marido. Convendría recordar que el
olvidado Duque de Lugo, Jaime de Marichalar y exmarido de la Infanta Doña
Elena, tras su divorcio, fue desposeído de su título de nobleza e incluso
expulsada su imagen del Museo de Cera en carretilla para mayor escarnio y al
mediodía con objeto de poder ser fotografiado. Incompresiblemente, el Duque de
Palma sigue manteniendo título y otras prebendas. Hace un año, el 45% de los españoles
opinaba que la Casa Real estaba gestionando adecuadamente este vergonzoso caso,
y en estos momentos, dicho porcentaje no llega ni al 20%. ¿Es que el Monarca no
ha percibido estos cambios o prefiere ignorarlo y mirar para otro lado?
Sencillamente incomprensible.
Eso de que los
reyes no abdican, inoportuna afirmación de la Reina Sofía, carece de sentido.
Su Majestad deberá reinar mientras la salud y sus facultades se lo permitan
para tratar de evitar el desprestigio de la institución, pero en el caso
Urdangarin, por muchas vueltas y enfoques distintos que se le pretendan
adjudicar, solo admitirá el ser juzgado como otro ciudadano mas, con todo el
rigor y equidad de la ley. De no efectuarse de tal forma, cabría la posibilidad
de que no fuese el Rey quien decidiese abdicar en el Príncipe, sino que serían
los ciudadanos quien se lo demanden. Salvando las distancias, algo parecido
está ocurriendo en Suecia y nadie se rasga las vestiduras.
La Casa Real
podrá aplicar toda la cirugía estética que se le ocurra tal como está
pretendiendo, pero España, en estos momentos, necesita algo más que un Rey
campechano, sin restarle ninguno de sus
reconocidos y valiosos méritos del pasado que son numerosísimos. Su blandita intervención
en el pasado discurso navideño sobre el reto independentista catalán, como Jefe
de Estado, no gustó nada a los españoles, por mucho que le presionaran desde la
Moncloa.
Monarquía o
República será siempre un dilema en España con los consiguientes partidarios y
detractores de ambos regímenes. Nadie a estas alturas y con las hemerotecas en
la mano y desde la transición, podría negar que la Corona ha aportado gran
estabilidad al país, con el consiguiente reconocimiento nacional e
internacional. Casi con plena certeza los españoles defendemos mayoritariamente
la continuidad de la Monarquía, sin que se demore en exceso la consiguiente
abdicación de Don Juan Carlos en su hijo el Príncipe Felipe, con edad,
preparación y conocimientos suficientemente demostrados para asumir tan difícil
responsabilidad. Los datos de la encuesta así lo aconsejan ensalzando los
valores de Don Felipe. Sobre la Princesa Letizia, nada nuevo, en la consulta
obtiene unos resultados pobres. Sus apariciones en prensa y revistas
esencialmente se limitan a comentar sus “retoques” quirúrgicos y vestuario a
los que tiene pleno derecho. Su distanciamiento de los ciudadanos y total
ausencia de naturalidad, cae muy mal; algo que en España se define con el
aforismo de “se le ve el plumero” o “el pelo de la dehesa” evocando la novela de don Manuel Bretón de los Herreros,
cuya lectura humildemente podría
resultarle de lo más recomendable.
Atentamente.
José-Tomás Cruz Varela
D.N.I. 02470916A
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